lunes, 6 de junio de 2011

El Estrés, Malo Para Tu Cerebro


De acuerdo a  investigadores del Centro de Investigaciones Biomédicas en Red de Salud Mental (CIBERSAM), dependientes del Ministerio de Ciencias de la Innovación de España: el estrés es una experiencia de inestabilidad psicológica como respuesta a factores ambientales externos. Esta enfermedad es una fuente de patología y produce efectos a corto, medio y largo plazo. Además, puede dañar el cerebro a nivel molecular y desde ahí, extender su daño a través de las hormonas al resto del cuerpo. 
Especialistas en la materia afiman que entre los desencadenantes del estrés están el exceso de información, el daño, el aislamiento, la presión grupal y la frustración. Su presencia se puede manifestar en varias etapas, desde los primeros síntomas de alarma derivados de la tensión muscular, a la etapa de resistencia con el síntoma de tensión psíquica. Si persiste en el tiempo, puede degenerar en agotamiento, con síntomas físicos somáticos. Entre los síntomas psíquicos del estrés se encuentran el nerviosismo, la alerta, el insomnio, la falta de concentración y memoria, la irritabilidad, tristeza, falta de energía, disminución de la sociabilidad y desmotivación
Como manifestaciones físicas destacan la sensación de ahogo, rigidez muscular, pupilas dilatadas, tensión alta, úlceras, cefaleas, etc. En cuanto a las consecuencias fisiológicas varían desde tener el cerebro activado permanentemente para la acción, sentidos alerta, hormonas, aceleración del pulso, respiración más profunda y músculos tensos, entre otros. Esto puede desembocar en un trastorno de ansiedad.
El estrés puede variar según sea el entorno que lo causa, su duración, la intensidad de éste y las consecuencias clínicas. Por la naturaleza del entorno, hay que distinguir el “síndrome del quemado” o mobbing en el contexto laboral, tener padres mayores, enfermos crónicos o hijos problemáticos, en el entorno familiar; tener altas expectativas, incapacidad, abuso, acoso, exceso de responsabilidad o agendas cargadas, y además están los clásicos problemas económicos o con los vecinos, por ejemplo, en el ámbito social.
Si consideramos el estrés desde la perspectiva de la duración del estresor, se habla de estrés agudo cuando deriva de un acontecimiento puntual, como puede ser una muerte, una separación o un accidente. El estrés se convierte en crónico si la situación estresante se prolonga en el tiempo; ejemplos de ello son el ya citado “síndrome del quemado” o el acoso escolar. 
Dependiendo de las consecuencias clínicas, el estrés puede causar, desencadenar o perpetuar patologías agudas. En estas situaciones se presentan síntomas de ansiedad, depresión, conductuales o bien mixtos, que son leves y recortados en el tiempo y no duran más de unos meses. Pero también provocar patologías más fuertes, como los trastornos por estrés postraumático y trastornos afectivos.
Finalmente, el estrés puede dar origen a patologías crónicas, como el síndrome de fatiga crónica, fibromialgia y trastornos somatomorfos, en los que el estresor es crónico y los síntomas permanecen durante mucho tiempo. A su vez, el estrés puede desencadenar trastornos mentales (episodios depresivos, maníacos y psicóticos), las enfermedades autoinmunes (lupus, espondilitis anquilopoyética y colitis ulcerosa) y enfermedades dermatológicas (psoriasis y dermatitis en general ), así como enfermedades degenerativas como las demencias.
Según los expertos, para superar el estrés lo mejor es evitar con modos sanos de vida, comunicarlo, resistir creyendo en uno mismo, limitar y tratarlo con ayuda profesional. Una vez que se sufre, hay que intentar superarla lo antes posible, ya que cuanto más se prolongue en el tiempo, más patologías puede desencadenar llegando a perpetuar.

Tomado de Pueblo y Sociedad Noticias
Derecho reservado por Centro de Investigaciones biomédicas en Red de Salud Mental
Unidad de Comunicación

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